En la osadía de querer encontrar un
origen, en la de querer ver un punto inicial e imperceptible escondido en mi
Universo venniano, encuentro una escena. Una mujer es acorralada por una
máquina infernal con un propósito exclusivo: ultimar la existencia de la
mujer en cuestión de la faz de la tierra. Esta mujer resulta capaz de
escapársele, primero, a esa máquina enviada desde el año 2029, y
enfrentarla, después, oponérsele, convaleciente de heridas, hasta ser ella,
Sarah, quien dé fin al monstruo mecánico y cibernético. Su único pecado para
toda este infortunio de fugas y lides futuristas es haber enamorado a un hombre
de otra era, haber hecho el amor con el porvenir, antes y después de la carne.
Sin embargo, me veo en la obligación de
ser fiel al relato más que a mi propia nutrición imagínica. La vida de Sarah no
fue siempre a los prosaicos tumbos epopéyicos. Hasta la llegada del cyborg al
año 1984, Sarah lleva un simple transcurrir en el smog cotidiano de
California. Son ella y su circunstancia, con la que todavía no lidia. Pero todo
orden suele terminar, todo organigrama de lo posible tiende a disolverse, y eso
nos fragiliza, nos vuelve humanos, depende de la sensibilidad con que queramos
mecer esa relación cambiante entre nosotros y el orden. Entonces, Sarah lleva
una vida de mesera en Los Ángeles y la ciudad gris que la contiene no sabe
mucho de ella como tampoco de otros, lo mínimo indispensable, a qué índice
estadístico corresponde su perfil, a qué silicio, a nadie le importa. Sarah es una
nadie más en la muchedumbre.
Y un día vienen a buscarla: el futuro y la
máquina asesina.
Sarah no sabe en su vida de nadie lo que
será capaz de hacer.
Entonces sobrevuela la noticia de varias
otras también Sarahs y también Connors que han sido curiosamente asesinadas por
un extraño de proporciones desmedidas, vestido de negro, con atuendos de cuero.
Nadie imagina que el gigante es inhumano. Nadie. Y ella aún sabiéndose nadie
comienza a temer. Y teme. Y sabe que está por ser encontrada. Pero ignora que es
ella Sarah entre todas las Sarahs. Sarah buscada. Motivo de la búsqueda
criminal: su futura maternidad en algún momento, en algún lugar. Sarah ni
siquiera está embarazada cuando todo esto comienza.
Y Sarah no sólo es buscada por el mal. Ya
lo dije. También el futuro envía un emisario portador de la semilla a por ella.
Y el emisario cumple fielmente con su deber: preña a Sarah de futuro. Y esa
preñez es la culpable de que la máquina quiera hallarla y terminar con ella,
con su vida y con la del redentor, con la de la esperanza de los hombres (nadie
habla o aclara si de los hombres en su totalidad, si de los nadies outsiders de
este mundo, si de los toditos, no: eso no se aclara: es Hollywood).
Y entonces Sarita copula con el tiempo que
aún no ha llegado, con Kyle Reese quien todavía no ha nacido. Estamos en 1984 y
Kyle viene de 2029, año en el que se desenvuelve junto al jefe de los rebeldes
en la lucha contra las máquinas (el aún nonato, John Connor). Este compañero
del líder de la resistencia emprende el viaje al origen y al destino a la vez y
en la noche del vientre de Sarah aloja las carcajadas de toda la ironía del
mundo.
Y la máquina la busca. Hasta encontrarla.
Y lo logra. Pero Sarah entonces descubre que hay en ella una fuerza que
desconocía, y no importa si todos la dan por loca, ella continúa y se enfrenta
con esa creación maquinal que la amenaza porque hay otra creación- natural- que
la defiende.
Y en el fragmento que es una suerte de road
movie vuelan motos, patrulleros, camiones, y Sarah, con su poroto entrañadentro,
se salva. Kyle, el loco de Kyle(vengo del futuro a salvarte, vas a ser la
madre de nuestro líder, puede sacudir la capacidad de creer de cualquiera,
pese a que la evidencia esté diciéndonos que no hay más verdad que la realidad,
mi general, y que allá afuera hay un grandote que mete miedo matando a todas
las que se llaman como yo), muere, y le debe su fin al engendro cibernético.
Pero Sarah, con un supremo deseo de
subsistir, no se deja caer, ni doler, y finalmente, derrota al representante
del tirano que son las máquinas conscientes del futuro y Arnold, un humanoide T
800, encuentra, como el contenido de cualquier lata de conservas, su fecha de
vencimiento.
Un breve descanso hacia el día del parto
nos espera, Sarah.