lunes, 6 de febrero de 2017

Julia

tejen tus manos

avanza en el color de los hilos
el tiempo



vislumbre de la tarde
la merienda

 movimiento sutil
la hamaca infinita que te mece
 compañía de tus manos

cae 
y abriga 
el sol casi noche del tejido


en tus dedos hay caricias escondidas
 roces que no aprendiste a dar
por eso tan firmes siempre
en torno a las agujas
por eso enjutas las trenzas
puro lujo en medio de lo poco y lo pequeño

¿si me trenzás los sueños, Julia,
como antes?

¿si corro otra vez

bajo las tramas de tus tardes, abu, 
y combato el viento
y avanzo en el rosario de los años
que regresa y te encuentra

mecida entre unos mates con tostadas
por el vaivén
      incansable     
de la espera?
  




jueves, 24 de noviembre de 2016

malón

 
La vuelta del malón- 1892- Ángel Della Valle


La correría es polvo a sus espaldas
el malón es un cuerpo de una sola ansia
y aunque el polvo les anuncie la llegada de la tropa
nadie podrá escapar
de esta cara oscura de lo cierto

El malón llegará al límite
donde los muros del fuerte
anuncian que la realidad no es ni una ni íntegra


Esa llegada bordeará al cazador
lo recorrerá paulatinamente
como quien sabe
que se acerca a un manjar

El cuerpo del malón
olfatea a la presa
se confundirán los gritos de revancha entre los de dolor
la sangre será esta vez vertida
como símbolo
porque la fuerza de los dueños de la tierra, antaño arrebatada sin piedad
podría matar a esa burbuja de fortín
y, sin embargo,

tras un largo rato
de explorar las lindes de los muros
los deja
en medio del miedo
instalados en el temblor o en la duda
en la inminencia de lo que está por precipitar

con la certeza-fantasma

de que en algún momento                y pronto

volverán

jueves, 17 de noviembre de 2016

orígenes





En medio del desierto
A veces se cuentan leyendas que nadie escucha
El viento las trae desde los mares lejanos
Y el frío les talla una noche perecedera

En medio de la arena del desierto
Tenue la luz de la luna
Alumbra

Clavados cada tanto
En la arena, desierto,
Estamos como cactus
Fingiéndonos actores de una escena quieta y espinosa
Donde todo tu paisaje
Remite a lo ido
Al oído
Al ohhhh ido
El ombligo de la memoria
Sería
La naturalezadentro
Donde fundo del tiempo sólo lo que soy
Cómo no acobardarse ante tanto escombro
En medio de los muertos
Ante tanta raíz viva que nace en la carroña

Cómo no envalentonarnos
Viendo el verde que viene de la Muerte

Una cajita de recuerdos
Renguea esa musiquita de adiós
Que se mete entrañadentro
A pasearse de a dos
A girar aupados a caballo
A desbocarnos en el calor de la sangre

En la cajita
No entran el verde vivo de aquel árbol al fragor de la primavera
Ni el gesto de tu risa en el viaje donde todo se dio por empezar

Es vieja la cajita
De un polvo indefenso que arrebata aromas a lo poco y lo pequeño

Vieja y amarillenta
Un otoño que hace estragos estivales
Hay algo de profano y de rebelde en su seguir siendo a la hora de la vida

Algo de quijote perdido en díscolos afanes
Algo de mí  que no soy yo
Una quietud se acerca desde el después
El después había sido una trampa escondida en los entornos de una ciudad poco visible
En la quietud de la casa se alojan los pequeños cielos y los ínfimos infiernos de las memorias futuras, esperándonos sin saber por qué

Había una vez un hogar en el horizonte
Había una vez una vez donde ese hogar parecía lejos
Hay una vez esta vez un mundo que es real
Donde viajamos el presente como promesa
Donde el tiempo desaparece en su actualidad
Somos
En las raíces de aquel primer desconcierto
eco solitario de una idea
Desarmado en los pasos que lo cierto funda y funde
En la carne y el hueso de lo que es
Una quietud originada en el después se acerca
El después había sido una trampa escondida en los entornos de una ciudad también escondida
En la quietud de la casa se alojan los pequeños cielos y los ínfimos infiernos de las memorias futuras, esperándonos sin saber por qué

Había una vez un hogar en el horizonte
Había una vez una vez donde ese hogar parecía lejos
Hay una vez esta vez un mundo que es real
Donde viajamos el presente como promesa
Donde el tiempo desaparece en su actualidad
Somos
En las raíces de aquel primer desconcierto
eco solitario de una idea
Desarmado en los pasos que lo cierto funda y funde
En la carne y el hueso de lo que es

La casa me pide que me quede
Dice que es bueno cada tanto sentir la quietud de los días en su espacio
Y yo, claro, desconfío,
De lo que dice
De lo que muestra
Y  trato de irme
Mas todo arrebato
Se reduce a la idea de la fuga
Que se desvanece en tu risa
En los acordes de una guitarra
En las correrías de una pequeñez fornida
Y en  las canciones de cuna de la fragilidad
Qué sería la poesía sino esta gesta en la que tratamos de huir del espanto de quedarnos
El cuerpo, compañero, se rinde al eco de haber sido dos, tres veces casa
Primero, casa de la locura de amarte
Después, morada de las vísperas de un vientre
Finalmente por ahora, hogar de redoblarle la apuesta al milagro
Quién dice que no puedo decir milagro.
Hay que descascarar el lenguaje para sacarle los disfraces,
Decir con simpleza
Dejar de prohibir
Cuánto desentierro
En este arraigo
La lumbre de tu noche
Será el vagido
En que la vida
Se te acerque como mundo
En que el aire sea por primera vez tuyo

Tu primera luz
Va a bailar el llanto de una dicha sin palabras
No hay lenguaje para despedirte


De tu mundo
Del pequeño océano de tu larga noche
De la apacible noche de tu hambre y tu sed
Lo real tiene códigos que suelen escapársele al lenguaje
Lo real no tiene códigos
Cualquier intento de transcripción de lo real terminará en fracaso
El fracaso es la buena manera que tienen los actos de enseñarnos a crecer

Este planearme sobre lo que fui
Avizora el combate contra lo imposible
El deseo de conquistarlo

la gesta de lo real

lunes, 29 de agosto de 2016

conducta

miyagi




pintar el cerco
arriba, abajo,
arriba, abajo...
arriba         abajo
hasta terminar

pintar el cerco
arribabajo arribabajo arribabajo
arriba
             bajo
arriba
              bajo
la mano empuña un pincel acorde a la tarea
el pincel sigue el movimiento del brazo              distraído
no el pincel, el brazo
no el pincel, el brazo que no puede seguir la velocidad de las ideas
mientras el brazo
arribabajo
obedece a la desconexión entre la idea y los actos
se pregunta
a qué responde el abismo
entre la cima y la sima
del cerco
en qué episodio del caos
se encuentra el secreto del infinito que guarda un pobre segmento
una simple distancia  con inicio y fin

pintar el cerco va a enseñarnos, miyagi
tanto como barrer el piso después de cada comida
tanto como lavarnos los dientes antes de dormir
o limpiar los vidrios una vez por mes
pintar el cerco, daniel san
va a darnos permiso
para ingresar al orden de los días y sus noches
nos borrará el insomnio
con un cuartito de valium que no es ni mucho ni poco
sino la mesura misma

arribabajo
hasta obtener la lentitud y la concentración adecuadas
arriba abajo, daniel
arriba abajo, mamá, como siempre dijiste con tu santa paciencia
arriba abajo, hollywood y la mar en coche,
arriba y abajo, tinelli, lanata y clarín
despacio
lento
respiro como todo buen yogui
saco todo lo oscuro dentro de mí
arriba abajo
hasta adormecernos
en el sueño de Otro
arriba
abajo
y más abajo

y sin embargo

(pequeñas repeticiones pueden servir para algo, me digo)
una letra y otra letra
una palabra y otra palabra
barrer el piso
colgar la ropa
una letra y otra letra
una palabra y otra palabra
una niña que llora y entre mis brazos sonríe, yo sonrío

sonreímos
barrer el piso
colgar la ropa, secar los platos
corregir exámenes...
ganarse el manguito y que alcance, o no
hay infinitas versiones de la repetición, miyagi
tantas como finito puede ser un día
tantas como la finitud de una repetición
 albergando la felicidad o el hartazgo


martes, 16 de agosto de 2016

pulso de poema 2

de Trasbordos, 'Istmo'

IV
Dibujo de Martín Sandez


los días no encuentran la constancia de lo que huye
lo inasible es una residencia
para niños pequeños en los que el tiempo desborda

sábado, 13 de agosto de 2016

apropiación 2

(PERLONGHERIANANTICADAVÉRICA)

Flor de porcelana

















Los sucesos de mi narración ocurren en esta ciudad de Buenos Aires en 199…El día de la muerte de mi abuela Amapola, entendí que vivimos engañados por algo que entre todos vamos tejiendo desde bien adentro en el seno de la familia. Como si mi familia fuera una gran mamífera queriendo amamantarnos una vez que ya tenemos dientes y muelas y unas capacidades motrices desarrolladas a la perfección para salir corriendo a cazar nosotros solitos en cualquier documental de Nacional Geographic. Un útero enorme que no se cansa de parir fundamentalmente preceptivas y comportamientos esperables. Entendí también que no somos los únicos. Todas las familias actúan del mismo modo: metiendo el polvo debajo de la alfombra, limpiando por donde ve la suegra, colgando los trapitos a la sombra por si a algún vecino curioso se le diera por adivinar. Toda una vida de escenas que hay que ensayar mientras nadie nos ve. Pero Amapola esquivó desde chiquita las formas: uno de los cuentos reza que en su más tierna infancia, a eso de los 3 añitos, no pudo ni intentó contener sus pudores gástricos en una cena en la que su padre trataba de ganar un ascenso, cena en la que además, jugando, mordió a la esposa del jefe de su padre en la mano y le dejó un sello que tardó semanas en irse; muy chica también, le dijo a su madre, a sus hermanos, a sus primos y al almacenero que realmente le gustaba mucho hacer lo segundo, tanto que esa actividad era su momento favorito del día y que  lo que más le gustaba era mirar sus proezas materiales y analizar cuán variadas eran de un día a otro, todo, dicho, por supuesto, con el vocabulario y la madurez de una niña de hace un siglo; en primer grado invitó a tres compañeritas de su grado a jugar a desvestirse como hacían sus padres por las noches. Toda una vida de desorientada ubicación no iba a detenerse en el momento de la muerte a la que Amapola con un lenguaje corporal exacto, desde algún espacio muy escondido de su víscera, dijo rotundamente ‘no’. Al principio nadie se había dado cuenta, yo había estado observando con interés el fenómeno durante largos minutos, tal vez por horas. Mientras la miraba recordaba uno por uno los desencuentros de mi abuela y su circunstancia en lugares públicos y privados. Los ojos de extraños no eran suficientes para detenerle los impulsos. Algo me hacía suponer que con el tiempo fue eligiendo y prefiriendo expresar su singularidad ante desconocidos, nuestros gestos de sorpresa tal vez ya la aburrían. Cuando caí en la cuenta del portento mortuorio no pude evitar una carcajada. Miré y miré pensando que mi cabeza estaba aturdida por la pérdida o por alguna de mis tendencias psicosomáticas. Pero no, tan cierto como que yo estaba ahí en la casa funeraria para despedir a mi abuela era que de su cuerpo, más exactamente de su ombligo, brotaban especies vegetales de todo tipo: hojas pequeñas y grandes, corrugadas y suavecitas, lanceoladas, romboidales, alargaditas y flacuchas, espinosas, verde amarillentas, verde rojizas, oscuras, elípticas, con forma de palmitas con muchos, pocos o ningún dedo, hojas con forma de nariz, hojas duras como pequeños tronquitos, hojas del tamaño de una cabeza de adulto y hojas como el dedo de un nene de jardín. Todo era, de a poco y de golpe, vegetal en exceso sobre el cuerpo de Amapola, las costuras del vestido blanco que ella misma había elegido para el momento de su adiós empezaron a rasgarse ante el avance del bosque variopinto y prolífico. De su ombligo pasaron en cuestión de segundos a ocuparlo todo. Y de ocupar el cajón, pasaron a avanzar hacia los que andaban por acá y por allá conversando, en silencio, por compromiso o ajenos, sentidos e indiferentes. A todos empezó a atraparnos esa enredadera de cuento fantástico como inventada por un inconstante. A algunos nos abrazaba con suavidad, a otros los apretaba un poquito, al pibe que le traía los pedidos del almacén le pellizcó el cachete y al hijo de don Osvaldo, su vecino, le tocó la cola un grupete de pícaras hojas multicolores. Algunos gritaban, otros, como yo, se reían, mi vieja lloraba desesperada pensando vaya uno a saber qué. La cosa es que Amapola se salió con la suya, y acá la tengo, trasplantada al jardincito del PH que alquilo hace un par de años: fui la única que reclamó su compañía una vez desaparecido el cuerpo humano que la acompañó durante sus casi cien. En mi familia el miedo ocupa siempre los lugares equivocados. Gracias a eso, Amapola me acompaña desde el episodio irrecordable de mi parentela hasta hoy, de mudanza en mudanza, llueva, truene o haya sol. Le gusta acompañarme e ir cambiando de aire cada tanto.

amapolas











miércoles, 10 de agosto de 2016

pulso de poema 1

XVIII, 'Continente', Trasbordos


si es real la lejanía del cielo
si son ciertas las máscaras de su disfraz Olimpo
las tiendas de sus cantos afiebrados
o los gritos escondidos en frágiles paseos de Carnaval


si es verdad
lo vasto y fértil de la tierra

si hay que creerle         a los ojos
el color interminable del paisaje
                                   al oído
las voces del lago, el mar o la cascada

si hay tan poca palabra para tanto


cómo explicar
este preciso instante al borde de la lluvia de enero
cómo enfrentar su asomo atrevido de bautismo pagano

su alarido oscuro de todo lo por limpiar